Hoy celebramos a quienes llenan nuestros patios de risas, nuestras aulas de preguntas, y nuestros corazones de luz: los niños y niñas. En esta comunidad franciscana, creemos que cada niño es un reflejo del amor de Dios, una semilla de paz, y un pequeño hermano en el espíritu de San Francisco.
Que este día nos recuerde que educar es también cuidar, escuchar y acompañar con ternura. Sigamos construyendo juntos un espacio donde cada niño se sienta amado, respetado y libre para crecer en sabiduría y bondad.
Agradecimientos al Programa Habilidades para la Vida III.